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La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas

Reseñas y críticas

Reseña en Razón Española de Víctimas del odio. El acoso de ETA a la falange durante los años de plomo, de Iván García Vázquez

Reseña en Razón Española de Víctimas del odio. El acoso de ETA a la falange durante los años de plomo, de Iván García Vázquez

La asociación Falange/violencia política suele circunscribirse, por los historiadores, casi exclusivamente a la sufrida a lo largo de la Segunda República española; período en el que nace esta formación y en el que se desenvuelve casi toda su vida política.

La trágica guerra civil subsiguiente, que acabó con el experimento republicano, también puso término a la organización Falange Española de las JONS, formalmente suprimida con el Decreto de Unificación de 19 de abril de 1937 en la pseudo-totalitaria estructura Falange Española Tradicionalista y de las JONS –posteriormente denominada Movimiento Nacional- en la que se encuadraron unos pocos miles de supervivientes de la falange anterior a la guerra, privados además de casi todos sus líderes, y desbordados por otros cientos de miles procedentes de los antiguos partidos derechistas, oportunistas de todo pelaje, fascistizantes frívolos y sin escrúpulos…

Casi cuatro décadas después, diversas organizaciones se reclamaban herederas de la originaria Falange, enzarzándose en estéril batalla en pos de los títulos de la legitimidad, la ortodoxia y las mismísimas siglas fundacionales. Una cuestión irresuelta, ¡todavía hoy!; no en vano, al menos tres pequeñas agrupaciones recogen en su denominación tal referencia.

Una de esas organizaciones, en cierta medida identificada con el Movimiento Nacional, se legalizaría bajo el histórico nombre de Falange Española de las JONS, manteniéndose hasta hoy día. Diferenciada de las otras “falanges” con el adjetivo de “histórica” o “raimundista”, de su franco-falangismo primigenio, y encabezada por Raimundo Fernández Cuesta, hasta la actual liderada por Norberto Pico Sanabria, han sido muchas las vicisitudes sufridas, así como los cambios tácticos experimentados incluso por lo que respecta a tan discutidas referencias tardofranquistas.

En esta situación de coexistencia de varias “falanges”, se desarrolló un triste y casi olvidado episodio: la persecución etarra/terrorista de los falangistas; y no decimos de “la Falange”, pues en puridad de conceptos, y aún reconociendo que la inmensa mayoría de esas víctimas militaban en la organización de Fernández Cuesta, ¿cómo reconocer como legítima a una de esas facciones, excluyendo a todas las demás, salvo recuperando y tomando partido en tan esotérica confrontación interna?

En un intento de salvar tan injusta desmemoria, fruto en gran medida de los prejuicios y complejos de la vida pública española, y en homenaje al sufrimiento de estos desconocidos “caídos” del falangismo actual, acaba de ser editado el libro Víctimas del silencio. El acoso de ETA a la Falange durante los Años de Plomo.

La adopción de un criterio delimitador de los sujetos del estudio se presenta como una cuestión delicada. ¿Únicamente falangistas con carnet de FE de las JONS?, ¿y los afiliados a las otras “falanges”?, ¿y los falangistas sin adscripción?, ¿y los simpatizantes que también lo eran de grupos no azules?, ¿y los franquistas no adscritos a grupo alguno que un día militaron en el Movimiento Nacional? ¿Dónde trazar la línea roja?

Como punto de partida, el joven autor asume como criterio metodológico fundamental la adscripción material y personal de las víctimas a la organización Falange Española de las JONS; por lo que deja fuera a posibles objetivos terroristas que militaron en otras, tales como Falange Española de las JONS (Auténtica), Partido Nacional Sindicalista - Círculos José Antonio, Falange Española (independiente), y otros grupos menores.

Pero, aunque el autor ha establecido como criterio formal el de “falangista con carnet de FE de las JONS”, también incluye algunas excepciones al mismo. Es el caso de la primera mujer policía asesinada por ETA, María José García Sánchez, hija de un militante de la organización y muerta en 1981 en Zaráuz.

Ya se deba a la aplicación de ese criterio formal, o a la no disposición de otras fuentes documentales y/o testimoniales de la época, echamos de menos en este libro la referencia a otras víctimas de filiación falangista, en una modalidad u otra, a las que el terrorismo arrebató la vida. Pensamos, por ejemplo, en el guardia civil Ángel Antonio Rivera Navarrón, asesinado en Guernica el 8 de octubre de 1977, vinculado al Círculo Cultural Hispánico, organización netamente falangista de la capital catalana, que así lo recogió en su boletín mensual Nº 18, correspondiente a diciembre de 1997.

Desde la perspectiva de un nivel de práctica terrorista de inferior perfil al referenciado, tampoco se recogen en el libro los diversos incidentes callejeros sufridos por militantes de FE de las JONS y otras organizaciones falangistas, con motivo de la instalación de puestos de propaganda en Bilbao, Pamplona, Vitoria…, agresiones individuales, ataques a equipos de propaganda, etc. Tales agresiones difícilmente pueden ser calificadas como atentados terroristas, salvo que trajéramos a colación el concepto y táctica –algo posterior en el tiempo- de “kale borroka”. Coadyuvantes, en todo caso a los atentados terroristas stricto sensu, tales acciones contribuyeron a la anulación de esos grupos azules; caracterizados por una notable precariedad de medios, pero adornados, eso sí, de las virtudes propias de la militancia falangista más clásica: la capacidad de sacrificio, el ejercicio de la obediencia, la voluntad de servicio, la fidelidad a los principios. Para su cómputo y narración sería imprescindible una investigación testimonial a cargo de sus protagonistas, muchos de ellos ya residentes fuera del País Vasco y Navarra, y alejados de tales organizaciones en su inmensa mayoría. Una labor compleja, ciertamente. Aunque escasamente documentados por los medios de comunicación de la época, fueron muchos los incidentes de esas características. Mencionaremos, a título de ejemplo, la agresión que sufrieron unos militantes de Falanges Juveniles de España y Falange Española (independiente) por los integrantes de una manifestación mientras voceaban periódicos falangistas en una céntrica calle de la ciudad, en Pamplona, según reseñaron al día siguiente la Hoja del lunes del 24 de marzo de 1980 y el martes Diario de Navarra, Deia, El pensamiento navarro, Egin y La Gaceta del Norte; tratamiento informativo que evidencia que el incidente alcanzó no poca relevancia en la capital foral.

La vida cotidiana resulto muy difícil en aquellos años para esas decenas de militantes falangistas, en general adolescentes y jóvenes, que mantuvieron erguida la bandera rojinegra en el País Vasco y Navarra. Inmersos en un clima asfixiante dominado por la izquierda abertzale, juzgados por el perverso y extendido “algo habrá hecho”, contemplados con indiferencia o temor por sus vecinos, se enfrentaron a unas dificultades inverosímiles para la inmensa mayoría de sus correligionarios, quienes podían vivir la militancia en unas circunstancias menos amargas. Marginados entre los propios perseguidos por el terrorismo y sus cómplices, en ocasiones con unos padres desconocedores de su militancia o aterrorizados por las temidas consecuencias que de ella podían derivarse, vivieron durante unos años vitales con una espada de Damocles pendiendo sobre sus existencias y condicionándolas: en sus estudios y trabajos, su espectro de relaciones sociales, sus afectos personales…

Ocasionalmente, militantes de otras regiones acudían a mítines celebrados en Bilbao y otras localidades… Pero finalizadas tan gloriosas jornadas, regresaban a sus lugares de origen, dejando huérfanos de apoyos a sus correligionarios vascos y navarros, con sus miedos, temores y... su soledad.

Por ello, a quienes vivieron en ese contexto, puede causar cierto asombro que el autor haya dedicado un capítulo a algunas de las implicaciones vividas por el que fuera jefe nacional, Diego Márquez Horrillo, en su calidad de presunto objeto terrorista. Ante el holocausto supremo de unos cuantos militantes falangistas, y el temor cotidiano de quienes sobrevivieron a gravísimos atentados terroristas o a una vida casi imposible, las peripecias narradas por el citado no superan la categoría de anécdota que casi nada aporta. Mejor servicio hubiera prestado explicando, por ejemplo, por qué se ha privado, desde su propia organización, de homenajes y honores a los camaradas caídos. Puede entenderse esa indiferencia desde trincheras ajenas; pero no desde la “Santa Hermandad de la Falange”. Tal vez explique tal incongruencia el prologuista del texto, al afirmar que “… duele, en fin, que la memoria de esos militantes y concejales falangistas haya pasado todos estos años relegada incluso por sus mismos camaradas, seguramente embebidos en esas guerras internas y esa avidez conspirativa que tantos les atraen”. Acaso, el ejemplo de los antiguos camaradas de Juan Ignacio González, de convicciones falangistas y secretario nacional del Frente de la Juventud que fue asesinado en Madrid el 12 de diciembre de 1980 en un atentado todavía no resuelto, en los homenajes a su memoria, señala un camino a seguir por los actuales falangistas.

En otro orden de cosas, causa asombro el empleo por el  autor, y en varias ocasiones, del término “ejecutar”, en lugar del más correcto “asesinar”, al referirse a atentados terroristas. El término “ejecutar” forma parte notoria de ese empleo perverso del lenguaje por los terroristas, sus cómplices y tantos medios de comunicación perezosos o complacientes durante décadas, como Diario 16, El País, Deia y Cambio 16.

Las reconstrucciones infográficas de los atentados, que ocupan cinco páginas, es de justicia calificarlas de magníficas.

No por todo ello deben sacarse conclusiones negativas: el libro, debe afirmarse con rotundidad, era necesario, pues afronta una cuestión “maldita”: la de los marginados entre los olvidados. Si era duro ser guardia civil o policía nacional en los “años de plomo”, no era mejor cosa ser acusado de “chivato” o “ultraderechista” por los terroristas y sus cómplices. Pero, en aras de la objetividad histórica y de un ejercicio razonable de memoria colectiva, se precisaría de un estudio más completo; acaso enmarcado en el concepto más amplio de violencia política, que engloba el de terrorismo.

Víctimas del silencio marca esa necesaria línea futura al partir del asesinato del falangista Ramiro Figueroa Ruiz en Valdemoro (Madrid), por un militante del Partido Comunista de España, el 9 de mayo de 1977; lo que a priori se excluiría de los límites formales del estudio. También refuerza esa línea con el tratamiento de diversos aspectos biográficos de las víctimas, la evolución de sus familiares, los homenajes que desde cualquier instancia recibieran años después, el tratamiento penal de los terroristas y los atentados contra locales falangistas; táctica de “tierra quemada” contra las presencias “españolas” que los terroristas entendieron incompatibles con su proyecto totalitario.

*García Vázquez, Iván: Víctimas del odio. El acoso de ETA a la falange durante los años de plomo, Gyphos, Valladolid, 168 págs.


Fernando José Vaquero Oroquieta

 

Razón Española, Nº. 180, julio-agosto 2013, págs. 113 a 117.

Lilián Aguirre: "En los años de plomo de ETA leías los periódicos y parecía que las víctimas se lo habían buscado"

Lilián Aguirre: "En los años de plomo de ETA leías los periódicos y parecía que las víctimas se lo habían buscado"

"Sigo viendo a los políticos como a unos cínicos y sigo pensando que han utilizado cuando han querido a las víctimas"

Lilián Aguirre, jefa de sección de Televisión y Comunicación del diario La Razón, es autora de 'Profesión: luchar contra ETA' (Espasa, 2012), donde denuncia la falta de apoyo y comprensión que reciben los guardias civiles, policías y militares que persiguen el terrorismo tanto de los políticos como de la propia sociedad.

Tras publicar en 2008 'Heridas en la sombra', donde noveló sus vivencias como testigo cercano de la lucha contra ETA, en su condición de esposa de un guardia civil, elige en esta ocasión el género de la no ficción para dar cuenta de aquellos años de plomo y el trato "miserable" que brindó gran parte de la sociedad española a las víctimas y miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado.

‹  "No he tenido dudas [en publicarlo] porque ya mi primer libro fue una novela, pero era mi historia novelada y siempre dije, siempre hice público, que era mi propia historia. Entonces fue en aquel donde verdaderamente me destapé, me descubrí, lo hice sin ningún miedo y ahora esta vez tampoco, ya me da lo mismo. No me preocupan demasiadas cosas, todo lo contrario"  

"LA SOCIEDAD NO ESTABA CON NOSOTROS. NO ESTABA CON LAS VÍCTIMAS"

"Ocultaba dos cosas, y el silencio venía determinado por dos cosas fundamentales: un silencio era debido al miedo, evidentemente. Las posibles víctimas, la gente que estaba en la diana tenía miedo, sabía que le podía suceder en cualquier momento eso te hacía vivir en silencio para que cuanto menos pública fuera tu situación. Es decir, en mi caso cuanto menos público fuera que mi marido era guardia civil, que era antiterrorista, etcétera, menos gente lo sabría, por lo tanto menos papeletas tendríamos. Eso por un lado. Pero lo más duro, lo peor, fue el silencio que había que guardar de cara al resto de la sociedad, a los "buenos". (...) La sociedad no estaba con nosotros. No estaba con las víctima".

"No tiene explicación. (...) La gente que asesina son los malos, y los asesinados, las víctimas o los que están amenazados son los buenos, eso en cualquier película. (...)

"Yo lo explicaría diciendo que quizá en nuestra democracia fue un paso muy rápido (...) se intentó hacer sin traumas, entonces para no tener traumas visibles, había cosas que no se decían. Es decir, un guardia civil moría y su cadáver no se hacía público; su velatorio se hacía escondido, en silencio; su propio féretro salía hacia el cementerio -como yo digo- por la puerta de atrás. (...)

"Esto sucedía porque los gobiernos de entonces (...) querían sobretodo mantener la calma. Para mantener la calma había que mantener sobretodo la calma del Ejército. (...) Y para mantener la calma del Ejército había que reducir los ecos de las muertes que estaba causando ETA. Entonces al reducir los ecos, eso tenía inmediatamente una reacción en la sociedad. Lo veían menos".

"Los seres humanos somos muy cínicos (...) lo digo por los políticos y por el reflejo que tuvo en la sociedad".

"YO SOÑABA EN MUCHAS OCASIONES CON UN ENTIERRO, ERA EVIDENTEMENTE EL DE MI MARIDO. Y YO SIEMPRE SOÑABA QUE VENÍA UN POLÍTICO Y YO LO ECHABA DE ALLÍ"

"Yo sigo viendo a los políticos como a unos cínicos y sigo pensando que han utilizado cuando han querido a las víctimas. (...) La sociedad española se comportó muy muy mal [con las víctimas]".

‹   Las víctimas no se vieron nunca -durante muchos años- acompañadas por nadie. Ni por autoridades ni por la sociedad.   ›

"Y los miembros -de alguna manera- de ese grupo de posibles víctimas: los guardias civiles, los policías, militares, etc; (...) cuando alguien moría teníamos que escuchar cosas como: "Bueno, le va en el sueldo. Y además, ¡Vaya con la pensión que le queda a la viuda!". Esas cosas eran muy dolorosas en aquellos momentos en los que la muerte era lo que predominaba. Eso es incomprensible porque es no valorar una vida".

‹   "Ahora vemos nuestro paso a la democracia como un triunfo, como que no se llevó por delante a nada ni a nadie. No, la democracia española llegó también gracias a una serie de cosas, a una serie de fallos, entre ellos este. Un montón de gente, de víctimas, que aún a día de hoy están pidiendo que esta sociedad les reconozca algo".   ›

"LA SOCIEDAD LOS TRATABA COMO APESTADOS"

"Ellos tenían que vivir una vida un poco escondidos puesto que se tenían que infiltrar en ambientes en los que había mucho etarra, mucho abertzale, entonces tenían que vivir un poco también escondidos o con una especie de segunda vida. (...) Yo muchísimas veces no sabía donde estaba. (...) Los mandos, y sobretodo los políticos, nunca les ofrecieron tampoco un mínimo reconocimiento".

‹   Yo lo resumo de la siguiente manera: (...) es la policía peor pagada del Estado español.   ›

"La policía vasca, o la policía catalana ganan muchísimo más. Y la policía de ciudades como Madrid, los policías municipales. (...) Yo narro ahí como la Guardia Civil llevaba vehículos con dos o tres partes blindadas, las otras no".

"No podemos compararlo con la lucha antiterrorista actual, porque hablamos de un momento en el que no existe Internet, por ejemplo. Pero no se puso toda la carne en el asador. Se encuentra España con una situación muy nueva, el terrorismo es una guerra, es un enemigo muy difícil, por su sorpresa... y sobretodo porque hace lo que se llama "guerra de guerrillas", algo para lo que nadie estaba preparado en aquel momento".

"CON LAS 'COLETILLAS' EN LA PRENSA LO QUE DABAN A ENTENDER ES: 'SE LO HA BUSCADO'"

"Esas 'coletillas' no aportan nada y sobretodo pueden dar una idea completamente equivocada. Entonces, en periodismo no deberíamos consentir esas coletillas o esos añadidos. Si un ciudadano muere, nos importa bien poco si sus ideas eran de derechas o de izquierdas, si era blanco o negro, si era hombre o mujer. Es un ciudadano y es una vida. No debemos añadir nada más. Porque con eso lo que daban a entender es: 'Se lo ha buscado'."

"En muchos de los casos, el periodista contaba como fuentes con los medios abertzales. (...) Los periodistas hemos caído (...) quizá en exceso. Lo que se echa de menos es que se añadan esas coletillas, esas puntualizaciones, y sin embargo no haya un punto y seguido y la opinión de un familiar, o el estado de ánimo de un familiar o de un amigo o compañero".

"NO HABÍA ESPACIO PARA TANTO MUERTO"

‹   "Si había habido seis vidas que se habían perdido en un atentado, ese atentado era el que ocupaba las primeras páginas (...) Y si había un pobre hombre en una localidad por ahí pequeñita, que le habían dado un tiro en la nuca, que no era un político... pues no había espacio. Hay que reconocer que no había espacio para tanto muerto".   ›

"NUNCA HE LLEGADO A ENTENDER CÓMO SE PUEDE ESTAR TAN ENTERO ANTE DETERMINADAS COSAS"

"Yo nunca he llegado a entender cómo se puede estar tan entero ante determinadas cosas y en determinados momentos, ni he llegado a entender cómo no le ha salido e ser síndrome del norte -que yo creo que todo el mundo tiene-. El 'síndrome del norte' es una dolencia o una serie de síntomas con los que regresaban del norte a otros puntos de España desde el País Vasco muchos policías, guardias civiles y militares y que venían determinados por el estrés y el miedo que allí habían pasado. Son una serie de síntomas psicológicos fundamentalmente: sueños terribles, ansiedad, imposibilidad de concentración... ese tipo de cosas que ha llevado a la jubilación por enfermedad a gente muy joven".

"Yo no entiendo como mi marido y otros muchos compañeros no han presentado a día de hoy ningún síntoma parecido pero yo creo que la mayoría son personas a la que se ha elegido muy bien por su manera de ser, su carácter, su disciplina... y que creo que, la verdad, han sido bien preparados. (...) Tienen que estar hechos de una pasta especial porque es demasiado lo que aguantan".

‹   De vez en cuando hay que recordar, volver atrás. (...) No nos olvidemos de las víctimas porque no se lo merecen.   ›

Con la colaboración de Ana Albarrán.

http://www.periodistadigital.com/politica/justicia/2012/04/03/lilian-aguirre-sociedad-guardia-civil-policia-terrorismo-eta-politica-profesion-lucharcontraeta.shtml

María San Gil o la batalla contra ETA

María San Gil o la batalla contra ETA

Reseña del libro "En la mitad de mi vida", de María San Gil, Planeta 2011

 

A lo largo de 329 páginas, María San Gil hace un repaso a su trayectoria vital y política. No recurre a la enumeración de hechos descriptivos o anecdóticos sino que por el contrario, su obra supone un tratado de historia reciente del País Vasco y por extensión de España con un eje vertebrador: la dictadura de Eta a la que ella se opuso y se opone.

 

En efecto, si una lección debemos extraer de su lectura es que la batalla contra Eta, pese a lo que se nos diga, no está ganada aún. De este modo, San Gil huye del triunfalismo, tan habitual en algunos sectores de la clase política y mediática, decantándose por el realismo, aún siendo consciente de las críticas (muchas de ellas personales) que tal forma de pensar lleva consigo.

 

Referentes

 

Lo personal y lo político no pueden disociarse en ningún momento cuando de María San Gil hablamos. En efecto, en 1998 tuvo que exiliarse en Ezcaray (La Rioja) ya que se encontraba entre los objetivos de Eta. La fecha es muy significativa: 1998, momento en el cual el Partido Popular había dejado de ser una fuerza política marginal en el País Vasco para convertirse en una alternativa real de gobierno. Que así fuera se debió a la obra, como sinónimo de esfuerzo y tesón, de una de las personas a las que rinde tributo en su libro: Gregorio Ordóñez. Éste fue asesinado por la banda terrorista lo cual no evitó que su discurso y su apuesta velada por la libertad se impregnara en las nuevas generaciones de vascos.

 

Así habla San Gil de su mentor: “fue de los primeros políticos en señalar con el dedo al Gobierno del PNV como responsable de muchas situaciones que se vivían en el País Vasco.(…). Se rebeló contra el terror, se rebeló contra la dictadura de Eta, y lo hizo siendo un ciudadano normal, era uno de nosotros…Sólo que él tenía la valentía de decir lo que muchos callábamos” (pág. 97).

 

Libertad frente a terror

 

Si los 80 fueron “los años de plomo” y entre los objetivos de la banda terrorista se encontraban en primer término militares, policías y políticos de la UCD, una década más tarde, ese lugar lo ocuparon políticos de los partidos constitucionalistas en función de la estrategia de “socialización del terror”. Aún así, los verdaderos demócratas no se amedrentaron y sí miraron hacia delante pese al apartheid institucional, político y social al que fueron sometidos con el Pacto de Lizarra. Fueron momentos complicados en los que PP y PSE sumaron fuerzas no sólo argumentales sino políticas también, lo que se tradujo en la candidatura conjunta para las elecciones autonómicas de 2001.

 

Como describe San Gil: “por fin un colectivo importante, integrado por gente del PP, del PSOE y por gente sin afiliación política, acusaba a los nacionalistas de connivencia con el terrorismo, no por acción pero sí en muchos casos por omisión. Los dirigentes nacionalistas tenían una enorme responsabilidad en la continuidad de Eta a través de los años y en no tomar medidas para derrotarlos. Desde luego no sería a través de un pacto con ellos como Eta iba a dejar de matar o iba abandonar su proyecto totalitario” (pág. 174).

 

Demócratas vs oportunistas

 

En mayo de 2001 mucha gente pensó que “el cambio” era posible. Sin embargo, no fue así y lo que es más grave, a partir de ese instante, la situación se invirtió por la suma de un conjunto de factores concatenados de los que se hace eco la autora. Desde el victimismo con que el “nacionalismo moderado” encaró dichos comicios acusando al PP y al PSE de “frentismo”, a la reacción de un sector del socialismo vasco y estatal, caracterizado por sus complejos doctrinales e ideológicos y que de una manera oportunista renegó del pacto suscrito entre Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros. Por su importancia y veracidad, citamos la siguiente explicación de la autora: “esas elecciones del año 2001 fueron la antesala de lo que ocurrió en el 2009 (…).Una vez visto el resultado electoral muchos politólogos achacaron la “no victoria” al hecho de que desde el resto de España se había prestado una atención desmedida a las elecciones, al hecho de que Jaime Mayor había dejado el Ministerio de Interior para ser candidato y eso, supuestamente, le restaba credibilidad. También se dijo que habíamos sido demasiado claros y directos en la confrontación con el PNV y el mundo nacionalista, que habíamos obligado a los ciudadanos a elegir entre nacionalistas y constitucionalistas, y que eso no había sido bien acogido. Es lo de siempre: una vez visto el resultado electoral, los “listos” se inventan un montón de argumentos que lo justifiquen, pero si el resultado hubiera sido otro todo aquello que nos restó votos habría sido lo que nos hubiera hecho sumar” (págs. 181-182).

 

A partir de mayo de 2001, el Partido Popular Vasco, a pesar de quedarse solo, mantuvo su apuesta por el “patriotismo constitucional”, como demostró el Congreso de 2002, coincidiendo con el cambio de “estrategia” del PSOE, simbolizada en la negociación con Eta.

 

María San Gil no reserva calificativos para describir la política “anti-terrorista” del gobierno zapateril, en unos años en los cuales se puso de moda en España un cordón sanitario contra el PP, abanderado por sectores de la clase política y de la clase “intelectual”. El Pacto del Tinell fue uno de sus frutos y “los socialistas cumplieron a rajatabla” (pág. 228).

 

La perversión conceptual

 

María San Gil combatió a los instintos asesinos de Eta y los planes separatistas del PNV: “me siento orgullosa de haber defendido contra viento y marea que a Eta hay que derrotarla sin paliativos y que el País Vasco sólo tiene sentido formando, como lo ha hecho históricamente, parte de España” (pág. 73). En ambas empresas estuvo más bien sola aunque los escasos apoyos los exalta (Jaime Mayor Oreja o José María Aznar).

 

En efecto, han sido muchos los estamentos de la sociedad vasca que han mirado para otro lado, empezando por el propio nacionalismo dirigente (que no brindó un verdadero apoyo a las víctimas) o la Iglesia (al respecto, son ilustrativos los encuentros de María San Gil con Setién). En este punto, ella subraya la enorme paradoja que se da en su comunidad autónoma: “los no nacionalistas, los que se supone que somos peores vascos, solamente porque no seguimos los postulados excluyentes y xenófobos propuestos por Sabino Arena, nosotros sí somos capaces de enormes sacrificios por esa patria vasca a la que se supone que no queremos” (pág. 171).

 

Por ello, en esta obra San Gil quiere homenajear a aquellos colectivos cívicos que han actuado en Euskadi en defensa de la libertad y que tuvieron que afrontar como hándicap de partida esa cobardía de un sector importante de la sociedad. “El País Vasco es una sociedad enferma y no es para menos de haber padecido cuarenta años de terror de Eta, y treinta años de nacionalismo obligatorio. Lo primero, los cuarenta años de terrorismo, nos ha convertido en una sociedad asustadiza, cobarde, temerosa, y profundamente marcada. Y los treinta años de nacionalismo casi obligatorio no nos han ayudado mucho a superar ese trance” (pág.61).

 

De ahí el consejo que da a sus hijos: “si cuando crezcáis Eta sigue existiendo (es tan insensata su existencia que me resulta impensable), me gustaría que no mirarais hacia otro lado, que no os encogierais de hombros como ha hecho una parte importante de la sociedad vasca, y espero que también que, en la medida de vuestras posibilidades, le plantéis cara al terrorismo y os rebeléis cívicamente contra él” (págs. 10-11).

 

También nos acerca un poco más a la diáspora vasca, la cual se ha producido tanto por motivos ideológicos como por la calidad de la enseñanza que ha priorizado el adoctrinamiento provocando que “un buen número de nuestros jóvenes, en general del ámbito no nacionalista, una vez acabado el colegio, quisieran evitar por todos los medios posibles las universidades públicas del País Vasco y que, una vez ya instalados en otras ciudades españolas, sobre todo Madrid, ni se plantearan volver a vivir a Euskadi” (pág. 170).

 

En defensa de las víctimas frente a los verdugos

 

María San Gil se muestra tal cual es. No emplea el libro para justificarse sino para explicar, contextualizar y precisar. Así hace con el concepto de “paz”, prefiriendo hablar de “libertad”. Pone a fin determinados tópicos que se han asociado a Eta como su supuesto carácter liberador frente a la dictadura de Franco. Arremete contra la tendencia del PNV a monopolizar lo vasco, de tal manera que sólo es vasco quien es nacionalista (generando un enfrentamiento con el que adopte la complementaria identidad vasca y española), sin olvidar el recurso nacionalista a emplear la palabra español como insulto (pág. 105).

 

Buen vasco vs mal vasco es una dualidad que forma parte del discurso del PNV: el buen vasco es el nacionalista pero también aquél que mira para otro lado cuando Eta mata, amenaza o extorsiona. María San Gil se rebela contra esta falsa división: “esto de ser mal vasco es algo que siempre me ha parecido el colmo del cinismo. Quienes nos hemos jugado la vida, quienes llevamos más de diez años viviendo con escolta, quienes hemos sacrificado años de nuestra vida por defender la libertad de todos, también la de los nacionalistas, por luchar contra el miedo, esos somos los malos por el simple motivo de no ser nacionalistas” (pág. 171).

 

En íntima relación con esta idea, es destacable otro punto que pone sobre el tapete como es la perversión conceptual que tiene lugar en el País Vasco y que se traduce en que un buen número de ocasiones los verdugos pasen a la categoría de víctimas y éstas a la de victimarios. Al respecto, era habitual la aparición de pintadas contra Gregorio Ordóñez en las que le acusaban de “español”, “carcelero” o el más clásico de “fascista”, incluso una vez asesinado: “la saña con la que insultaban después de muerto quizá se debía a que ahora él ya no les podía responder” (pág. 105).

 

Coherencia hasta el final

 

Finalmente, la autora explica los motivos de su salida de la vida política. De nuevo mostró la coherencia que ha caracterizado todo su devenir profesional y todo su desempeño político. San Gil no estaba de acuerdo en la línea que iba a seguir el PP, en lo que al País vasco se refiere, tras el Congreso de Valencia (2008), por lo que optó por renunciar. Y lo hizo siguiendo su modus operandi tradicional: exponiendo argumentos y no amparándose en la demagogia. Apartada de la vida política, sigue mostrando el mismo compromiso del que hizo gala durante sus años de batalla, convirtiéndose, más allá de ideologías políticas, en un referente para todos aquellos que nos definimos como amantes de la libertad.

GEES, por Alfredo Crespo Alcázar, 02 de Febrero de 2012

http://www.gees.org/articulos/maria_san_gil_o_la_batalla_contra_eta_9161

Las claves del terrorismo según Pío Moa

Las claves del terrorismo según Pío Moa

Reseña en el suplemente Libros de Libertad Digital

España es uno de los países más afectados por el terrorismo, y sin embargo los estudios y análisis sobre el mismo han sido pocos y en general romos o mediatizados por ideologías diversas. Con lo que la opinión pública sabe poco del fenómeno, y aun ese poco, distorsionado. Por eso es muy de agradecer el libro de Fernando J. Vaquero Oroquieta La ruta del odio, 100 respuestas claves sobre el terrorismo. 

 

En efecto, a través de cien preguntas que se hace o puede hacer cualquier persona preocupada por el fenómeno, Vaquero va desgranando unas respuestas casi siempre claras y convincentes.

 

Las cuestiones pasan de lo más general a lo más particular, y a la explicación de diversos tipos actuales de terrorismo: cuándo nace este modo de actuar, cómo evoluciona, a qué se debe; su relación con ideologías totalitarias, con los nihilismos y el anarquismo del siglo XIX, con la religión, con el marxismo, con los nacionalismos... Finalmente, aborda sus rasgos en España y en lo que suele llamarse, un poco a la ligera, "mundo globalizado". Sobre todo lo cual ofrece abundantes datos, algunos poco conocidos. Solo esta panoplia de cuestiones ya indica el interés de esta contribución valiosa al análisis de unas formas de violencia política características de la modernidad, es decir, de un mundo poco religioso (el yihadismo merece análisis aparte), pragmático, con gran incidencia de los medios de información y opinión, tendencias democráticas y al mismo tiempo una faceta nihilista.

 

El terrorismo en Occidente viene estrechamente ligado a la propaganda, y en ello consiste su racionalidad. La idea extendida de que los terroristas son psicópatas o idiotas (aunque los hay, como en los propios gobiernos) solo revela simpleza. Ello sin olvidar, desde luego, la amplia difusión de patologías psíquicas y opiniones disparatadas, como podemos constatar fácilmente en internet, donde corren las más alucinadas concepciones de la historia, de la realidad, de la política o de la economía. Ideas que son muy a menudo productos de descomposición del marxismo, que crean en el individuo una mezcla explosiva de esperanzas exaltadas de redención, justicia o felicidad en la tierra... y una frustración simétrica cuando las considera incumplidas, de lo cual acusa apasionadamente a algún culpable general: el capitalismo, el "sistema", el imperialismo, el cristianismo, un gobierno determinado, unas fuerzas oscuras y ocultas que manejarían el mundo para impedir una realización humana tan plena como confusa, según la concibe el frustrado. De ahí una especie de histeria que llega a hacerse masiva y servir de vivero a grupos terroristas. Y no necesariamente, como podría ocurrir ahora con los indignados, en momentos de crisis económica: las movilizaciones juveniles de los prósperos años 60 originaron, precisamente, numerosos grupos terroristas en Europa, Usa y Japón, sin contar el terrorismo palestino, entonces laico y no yihadista.

 

Dejando aparte el islámico, al que se dedica bastante espacio pero que no trataré aquí, el terrorismo en Occidente va estrechamente ligado a dos rasgos característicos de nuestra época: la expansión, desde el siglo XIX, de la sociedad de la propaganda y la información, por un lado, y de un relativismo moral y político que crea la impresión de que cualquier opción puede ser tan legítima como cualquier otra, por otro. Cuando un grupo de personas cree en una opción determinada que choca con la corriente dominante, se encuentra a menudo sin posibilidad de expresarse, o con una expresión sin efecto social. Una salida racional, aun si arriesgada, consiste en recurrir al atentado para obligar a los medios de masas a ocuparse de esa opción. Esta clase de terrorismo se define como "propaganda por la acción", más específicamente por la acción sangrienta, que llega a tener un éxito extraordinario cuando logra engarzar con corrientes políticas más fuertes, aun si no directamente terroristas y de objetivos más o menos afines.

 

Cuando el estado se muestra débil o incapaz ante el ataque, el terrorismo pasa de medio de propaganda a medio de corrosión y derrumbe del propio estado.

 

El caso de la ETA en España es modélico: su racionalidad se ha demostrado muy eficaz para ella, hasta condicionar la evolución política del país de modo extraordinario, y hoy más que nunca. Ello se debe al amplio círculo de simpatías, colaboraciones parciales y deslealtades hacia España y la democracia por parte de muchas de las principales fuerzas del país, que veían en los asesinatos etarras un instrumento útil (recoger las nueces, dijo un famoso delincuente). Creo que el autor del libro queda a medias en este aspecto. Así, atribuye el considerable arraigo popular alcanzado por la ETA a un nacionalismo fuerte y preexistente (basta leer a los fundadores del grupo para entender que su problema era el contrario), o a "debilidad o falta de perspicacia de otros actores políticos", como el PNV. Este partido ha sido uno de los mayores colaboradores de la ETA, no porque se identificase con ella (salvo en el plano separatista), sino porque extraía ventajas políticas directas o indirectas de sus crímenes. También señala Vaquero como causa "un Estado en buena medida inhibido", pero no explica las razones de tan sospechosa inhibición, de las que algo he tratado en La transición de cristal.

 

Con alguna salvedad como esta, nos encontramos con un libro claro, informativo y analítico, una verdadera contribución a la comprensión de un fenómeno tan grave e influyente como mal comprendido.

 

 

 

FERNANDO JOSÉ VAQUERO OROQUIETA: LA RUTA DEL ODIO. Sepha, 2011, 429. Prólogo de ANTONIO BERISTAIN.

 

http://libros.libertaddigital.com/las-claves-del-terrorismo-1276239486.html

Reseña en Canal Social de La ruta del odio

Reseña en Canal Social de La ruta del odio

La existencia del terrorismo suscita muchas preguntas en la sociedad actual. Este libro responde a las 100 incógnitas más importantes, pretendiendo responder con sencillez y claridad; desde la lógica, el sentido común y las informaciones contrastadas. Y todo ello, con los ojos, la cabeza y el corazón puestos en la situación española en su encrucijada actual.

Una de las conclusiones del libro, a la que pronto llegará el lector, es la siguiente: el terrorismo moderno nace en el siglo XIX alimentado por el nihilismo/anarquismo, el nacionalismo extremo y el marxismo revolucionario. Ya en el siglo XX alcanzará categoría de «ciencia» de la mano del marxismo-leninismo. Por último, y gracias a la globalización, su alcance se ha hecho universal; circunstancia que augura que la imagen de Osama Bin Laden y la amenaza del yihadismo, junto a otras expresiones terroristas, sin duda, nos acompañarán durante muchos años.

    La muerte de Bin Laden y la instrumentalización que éste llevó a cabo de la religión al servicio del odio y de innumerables asesinatos, han traído de nuevo a la actualidad uno de los tópicos favoritos de los ambientes culturales y mediáticos del laicismo y lo “políticamente correcto”: la supuesta vinculación entre terrorismo y religión.
      Fernando Vaquero Oroquieta aborda esta cuestión en este libro con gran claridad de criterio.
      El terrorismo violenta en grado extremo ese corazón, negando desde una ideología totalitaria, con su desprecio absoluto de los derechos humanos, esas exigencias. Así, el terrorista se transforma en una especie de zombi, cuya afectividad y todos sus procesos humanos son distorsionados por el virus de la utopía; lo que deriva en la destrucción del “otro”, ya sea entendido como enemigo de clase, de la construcción nacional, de la raza elegida…
      Por un lado, desde el pensamiento progresista e hipercrítico hoy dominante, se pretende eliminar la religión, especialmente la católica, al concebirse como obstáculo del supuesto desarrollo infinito de la ciencia. Y por otro, desde presupuestos antagónicos, por ejemplo los de de la “Nueva Derecha” pagana, se asegura que el cristianismo, al ser un igualitarismo fruto del monoteísmo según afirman, no respetaría otras identidades que no fueran la propia: así la violencia en todas sus formas anidaría en el cristianismo; también la terrorista. Una coincidencia, ciertamente sorprendente. En última instancia se pretende sacrificar a la religión en aras de un proyecto ideológico utópico e inalcanzable: ya sea un optimismo cientificista, ya el retorno a una comunidad pre-cristiana.
      Únicamente desde la conciencia de una identidad cultural y el amor al destino de los demás puede dialogarse, si lo que se pretende es construir y no meramente parlotear. Hoy día se habla mucho y se escucha muy poco; pues la mayoría de interlocutores creen saber todas las respuestas. El relativismo es enemigo del diálogo. De hecho, un relativismo extremo, el del nihilismo ruso de finales del siglo XIX, configuró el terrorismo moderno en todas sus dimensiones; si bien sería el marxismo-leninismo el que le dotó con su carácter de presunta “ciencia”.

 

Autor Crítica: María Hens

 

http://www.canalsocial.net/secciones/libros/ficha_libro.asp?ID=3108&titulo=La%20ruta%20del%20odio.%20100%20respuestas%20claves%20sobre%20el%20terrorismo

El terrorismo desenmascarado

El terrorismo desenmascarado

Quienes el pasado fin de semana se manifestaron en Madrid, como forma de acompañar a las víctimas del terrorismo, expresan lo que este libro propone en la respuesta a cien preguntas que todos nos hemos hecho en ocasiones: la necesidad de luchar contra el mal intrínseco que representa esta forma de violencia sistemática y organizada que es el terrorismo. El autor, especialista acreditado, ha publicado un trabajo erudito de síntesis, aunque quizá olvide algunos textos imprescindibles de referencia moral.

 

J. F. S. O

 

Nombre: La ruta del odio. 100 respuestas claves sobre el terrorismo
Autor: Fernando J. Vaquero Oroquieta
Editorial: Sepha

 

http://www.alfayomega.es/Revista/2011/738/14_libros.php

 

Reseña de Eleuterio Fernández Guzmán en Infocatolica.com

Reseña de Eleuterio Fernández Guzmán en Infocatolica.com

Un libro aleccionador: "La ruta del odio. 100 respuestas claves sobre el terrorismo"

A lo largo de los últimos años se han escrito, seguramente, miles de libros que han tratado el terrorismo. Así, bien sea refiriéndose al que se ha dado en España (ETA, GRAPO, Terra Lliure, GAL, etc.) o al internacional (preferentemente el que se funda en creencias exacerbadas del Islam) muchas personas han dedicado su tiempo, a veces por haberse visto afectadas por actos terroristas, a desentrañar los interiores de terrible fenómeno humano.

Es cierto, entonces, que cada cual se ha dedicado a analizar el terrorismo desde muchos, y particulares, puntos de vista.

El libro del que ahora escribo, “La ruta del odio. 100 respuestas claves sobre el terrorismo” se enfrenta al terror desde muchos puntos de vista. Podemos decir que el navarro Fernando J. Vaquero Oroquieta, ha tratado de que conozcamos el terrorismo a sabiendas de la dificultad que tal realidad social y política tiene. Así, por eso mismo, las respuestas a las preguntas que se hace en los 11 capítulos que comprende el libro, junto a un interesante Prólogo escrito por don Antonio Beristain Ipiña (Que fuera Fundador y Director Honorario del Instituto Vasco de Criminología y fallecido el 29 de diciembre de 2009) nos sirven para darnos cuenta de que el terrorismo es una realidad triste pero, seguramente, vencible.

Define Oroquieta el terrorismo (p. 30) como “el empleo por parte de un grupo clandestino jerarquizado, subnacional o transnacional, de una violencia indiscriminada, como principal instrumento coactivo para la extensión de un régimen de terror y la difusión de su propaganda entre amplios sectores sociales, al servicio de los objetivos políticos derivados de su ideología”.

Además, el terrorismo, a veces, es considerado como un sucedáneo de la religión. Así se pregunta el autor del libro para acabar reconociendo que, al fin y al cabo, eso es difícil de entenderlo así porque si cualquiera religión se fundamenta en la realidad de aclamarse a Dios porque el hombre se considera de una naturaleza inferior a la del Creador, “para el terrorismo, por el contrario y al igual que muchas corrientes filosóficas hoy dominantes, el hombre todo lo puede” (p. 49) porque, al fin y al cabo, resulta difícil entender que lo religioso tenga que ver con el terrorismo sino, en todo caso y cuando eso pueda pasar (caso del yihadismo) se trata de una perversión del sentido que de lo religioso tienen algunas personas.

Vaquero Oroquieta se adentra en multitud de aspectos que hacen muy interesante el libro que ha escrito. La dolorosa realidad del terrorismo no puede ser encarada si no se trata de reconocer todo lo que afecta tal forma de actuar y tal forma de entender lo que en el mundo pasa.

Así, por ejemplo, es bien cierto que frente a la pretensión de dejar de atribuir al terrorismo algún tipo de lógica es más verdad lo contrario o, lo que es lo mismo, que “los terroristas sí siguen una ‘lógica interna’ muy coherente dictada por un cálculo de coste/beneficio y con el soporte que proporciona el análisis de la realidad asentada en una ‘cosmovisión’ total”. Por eso es tan importante luchar contra tal visión de las cosas que deja de tener en cuenta a los seres humanos como lo que son y los trata como meros peones de su dolorosa partida de perverso ajedrez.

Por otra parte, el odio se acaba asumiendo por aquellos grupos cerrados, sectarios, que se conforman a los dictados de sus líderes. Tal cosa pasa con el terrorismo en los que “crece la percepción popular de que los grupos terroristas son verdaderas sectas, lo que se deduce del fanatismo que exhiben los militantes de tales grupos” (p. 102). Así la ruta del odio tiene un origen claro que, luego, tiene un recorrido de sangre claro y bien delimitado.

Pero el odio y la ruta que ha ido recorriendo a lo largo de la historia terrorista, no es algo con lo que se nazca sino que, al contrario, “No existe, por tanto, una predisposición fatal y ‘genética’ al terrorismo” (p. 144) sino que es el individuo el que se alinea con tales posiciones políticas exacerbadas.

Por otra parte, se duele (con razón) Vaquero Oroquieta del silencio y del olvido, que, durante décadas, a los que fueron sometidas las víctimas del terrorismo. Por eso “costo años en invertir esta auténtica perversión social. Y fueron los supervivientes de los atentados y sus familiares quienes lideraron – ante la indiferencia de los poderes públicos y de buena parte de la sociedad- ese movimiento reparador” (p. 168).

También se adentra el autor de “La ruta del odio” en la historia del terrorismo (Capítulo VII) que es la expresión, precisamente, del camino que ha seguido el Mal aprovechándose de los egoísmos de los seres humanos y de las sinrazones que han fundamentado sus actuaciones.

Por abundar en una realidad como es la terrorista, el Islam y el terrorismo (Capítulo CVIII) es tratado en el libro como lo que es y que pone en palabras del entonces cardenal Ratzinger cuando dijo que “La instrumentación de las energías religiosas en función de la política es algo muy cercano sin duda a la tradición islámica. En consonancia con esto, se ha desarrollado, en relación con el fenómeno de la resistencia palestina, una interpretación revolucionaria del Islam que roza la teología cristiana de la liberación, y que la hecho con facilidad una mezcla del terrorismo occidental, inspirado por el marxismo, y el islámico” (p. 237).

Además, por supuesto Oroquieta dedica unas buenas (por el análisis) páginas a ETA y a los GRAPO como realidades terroristas españolas. Así, se pregunta si ETA nació en un seminario (p. 272) y si quiénes fueron los GRAPO (p. 277) y, sobre todo, cuáles fueron las razones que hicieron que los terroristas etarras acabaran teniendo un arraigo social que no alcanzaron los segundos. Por eso dice que son “un movimiento social vivo alimentado por el nacionalismo preexistente; y un Estado en buena medida inhibido, lo que le ha facilitado el desarrollo de unos espacios propios en la vida pública” (p. 282).

Por todo lo dicho hasta ahora, “la sociedad civil tiene que hacer oír su voz cuando sufre cualquier tipo de agresión, y debe participar en política a través de los cauces legales establecidos” (p. 354). Pero es que, además, “sólo es posible un camino para las sociedades modernas retadas por terrorismo. Que no es otro que el marcado por una lucha sin desmayo contra todas sus formas, con una decidida voluntad de victoria desde valores firmes, con la esperanza en un posible cambio personal de los terroristas, suscitado por encuentros rehuminazadores, siempre apoyado en los recursos lícitos del Estado de derecho y los imprescindibles instrumentos de la cooperación internacional. Para derrotar al terrorismo, para desterrar al odio” (p.390).

Y acaba con un “Amén” que dice mucho del sentido que ha querido darle a su libro. En realidad Vaquero Oroquieta no ha mostrado odio alguno en las más de 400 páginas que ha escrito sino, al contrario, una aportación serena a la comprensión del terrorismo. Y eso, dadas las circunstancias, no es poca cosa sino, al contrario, una muy importante y necesaria forma de comportarse.

No puedo dejar de mencionar los cuatro Apéndices que nos regalado el autor del libro. Así, por ejemplo el dedicado a relacionar 100 títulos en castellano de libros escritos sobre el terrorismo; relación de 100 efemérides relacionadas con actos terroristas y que, muy justamente, dice que son para la ignominia; relación de 100 organizaciones terroristas que muestra hasta qué punto deberíamos preocuparnos por el terrorismo y, por último, relación de 100 direcciones sobre terrorismo en internet.

Por eso, según lo aquí apuntado, el libro de don Fernando J. Vaquero Oroquieta vale la pena ser leído porque puede ser una vacuna importante para ciertos pensamientos escasamente exigentes con el terrorismo.

Y ya para terminar, cuando se lee un libro con intención de decir algo sobre el mismo, se debe hacer una recomendación de a qué tipo de personas puede ir dirigido. En este caso particular deberían ser las siguientes:

-Para todas aquellas personas que quieren tener un conocimiento certero de la verdad sobre el terrorismo.

-Para todas aquellas personas que quieren saber todo lo relacionado con el fenómeno terrible del terrorismo.

-Para todas aquellas personas que quieran responderse las razones de existencia del terrorismo.

-Para todas aquellas personas que quieran conocer si el terrorismo tiene futuro como terrorífica acción o no lo tiene.

-Para todas aquellas personas que, al fin y al cabo, no se quieran abandonar a la desazón ante el terrorismo

Eleuterio Fernández Guzmán

http://infocatolica.com/blog/meradefensa.php/1107071218-un-libro-aleccionador-lemgla

“La ruta del odio” reseñado por Gregorio Paz en el número 167 de la revista de pensamiento Razón Española, páginas 372 a 375.

“La ruta del odio”  reseñado por Gregorio Paz en el número 167 de la revista de pensamiento Razón Española,   páginas 372 a 375.

Razón Española, fundada y dirigida por el político, pensador y diplomático, fallecido en 2002, Gonzalo Fernández de la Mora, es editada por la Fundación Balmes cuya finalidad «es contribuir -en palabras del citado- al desarrollo de una concepción del mundo: el humanismo, que es la sustancia racional de la filosofía cristiana». Su objetivo «no es pragmático, sino teórico; no es inmediato, sino mediato; no es político, sino dialéctico».

Con la revista no se trataba de actuar en política, ni ser portavoz de nadie, sino de pensar con independencia de los partidos contendientes en la arena política española. La revista pretende «ser el hogar espiritual y el portavoz de los intelectuales españoles que comparten una concepción humanista del mundo... Se trata de estimularlos a una solidaria tensión creadora». Así, la revista no se ciñe a patrones previos de ortodoxias eclesiales o partidistas, ni tiene vinculaciones directas o indirectas con ninguna entidad financiera o empresarial, ni con organización sindical o patronal.

Su único criterio es la razón, pensar ideas rigurosas en busca de la verdad, impedir la politización de la inteligencia que corrompe y que hace que las ideas degeneren en ideologías, ya que «la instrumentalización política de la inteligencia aliena el pensamiento y frena el avance de la razón».

Entendía Fernández de la Mora que la significación de Razón Española era «pura y simplemente, que los intelectuales españoles que comparten una concepción humanista del mundo se reúnen para pensar». Frente a un humanismo español inhibido, doctrinalmente desarmado, carente de medios de expresión, «Razón Española aspira a rectificar -en palabras de Gonzalo Fernández de la Mora- la estrategia dialéctica del humanismo en nuestro país...» ya que «no es la retórica oportunista y falaz -seguía diciendo el filósofo razonalista-, sino la verdad experimental y racional la que nos hará libres».

 

Reseña:

 

VAQUERO OROQUIETA, Fernando José: La Ruta del Odio. 100 respuestas claves sobre el terrorismo, Sepha, Málaga, 2011. 429 págs.

 

Anualmente, el mercado editorial propone al lector español una media de 20 títulos relacionados con el fenómeno lacerante del terrorismo. Desde novelas trepidantes, pasando por amenos reportajes periodísticos, hasta sesudos ensayos especializados de intelectuales de prestigio.

Entonces, ¿qué puede aportar un nuevo título, elaborado en esta ocasión por un escritor prácticamente desconocido?

Analizando esa marea, importante sin duda, de textos, pueden observarse algunas características comunes:

  1. Participan del discurso “políticamente correcto”; especialmente cuando afirman que el terrorismo está indisolublemente asociado a las religiones. E ignoran, por lo común, las auténticas matrices ideológicas que lo nutren y las complicidades subsiguientes.
  2. Se hace abstracción del protagonista absoluto de esta lacra, bien como víctima, bien como agresor: la persona con sus exigencias de verdad, belleza y sentido; fruto de naturaleza y cultura.
  3. Tienden a desvincular al terrorismo de la realidad social, individual y colectiva del mundo de hoy; como si fuera obra, ante todo, de seres tarados, psicópatas, peligrosos frikis de los extremismos de todos los signos. Eludiendo, así, el cómo personas que afirman luchar en nombre de una utopía redentora de lo humano, cometen los crímenes más execrables, en contundente contradicción con lo que presuntamente les mueve.

La Ruta del Odio. 100 respuestas claves sobre el terrorismo pretende proporcionar desde la experiencia personal del autor (un navarro comprometido con el movimiento cívico y funcionario de prisiones), y desde la reflexión teórica, una perspectiva global de esta patología social, abordando sin recato alguno esas carencias.

Y lo hace alimentado por la antropología católica y los más relevantes documentos elaborados por la Iglesia local en los últimos años: la Instrucción de la Conferencia Episcopal Española Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias, de 22 de noviembre de 2002; el libro Terrorismo y nacionalismo, de 2005, un estudio sistemático de la citada Instrucción efectuado por diez hombres y mujeres, intelectuales católicos de primera fila; y la Instrucción Pastoral, de 23 de noviembre de 2006, Orientaciones morales ante la situación de España.

Este texto, por todo ello, profundiza en una afirmación contundente: religión y terrorismo son incompatibles, proporcionando para ello argumentos teóricos y un notable anecdotario, que acreditan que esa asociación es totalmente incierta; no en vano, esas supuestas expresiones de terrorismo religioso se derivan del carisma de personalidades enfermizas situadas en la periferia de algunas confesiones religiosas que las han desautorizado y que, en última instancia, no son sino coartada pseudoideológica de sus desvaríos (Davidianos exadventistas, sincretismo orientalista de Verdad Suprema, etc.). Por el contrario, analiza su relación con los totalitarismos (también presentes, paradójicamente, en un Occidente tan liberal, tolerante y progresista) y los tan incisivos y diversos  nihilismos.

En este contexto también se nutre del texto de Luigi Giussani El sentido religioso, quien puede explicarnos cómo las exigencias del corazón son ignoradas, violentadas o sublimadas, en aras de proyectos ideológicos y vitales contrarios a la naturaleza del ser humano. Como también explica que no pocos terroristas hayan recorrido el camino contrario, reconociendo sus errores merced, más que a otra causa, a encuentros personales rehumanizadores.

Y, para enganchar esta triste realidad con la vida de nuestro mundo, este texto responde, no pocas veces desde una perspectiva “políticamente incorrectas” a cuestiones tan acuciantes como la salud moral de individuos, sociedad y clase política; la globalización; la guerra ABQ y nuclear; el reto del islamismo radical; la crisis de la identidad occidental; la propuesta cristiana. Todo ello mediante la fórmula, de singular fortuna en España, de un catecismo muy particular que engarza con esa particular tradición.

Una de las conclusiones del libro, a la que pronto llegará el lector, es la siguiente: el terrorismo moderno, gestado en el Estado de la Revolución Francesa, nace en el siglo XIX alimentado por el nihilismo/anarquismo, el nacionalismo extremo y el marxismo revolucionario. Ya en el siglo XX alcanzará categoría de «ciencia» de la mano del marxismo-leninismo. Por último, y gracias a la globalización, su alcance se ha hecho universal; circunstancia que augura que la imagen de Osama Ben Laden y la amenaza del yihadismo, junto a otras expresiones terroristas, sin duda, nos acompañarán durante muchos años.

Destacaremos, por último, que el texto complementa su extenso y multidisciplinar estudio con diversos anexos: 100 webs temáticas, 100 organizaciones terroristas, 100 títulos fundamentales, 100 atentados especialmente trascendentes… Y con un prólogo póstumo de quien fuera Maestro y amigo del autor, el fundador del Instituto Vasco de Criminología Antonio Beristain Ipiña, jesuita impulsor también de la victimología.

Fernando Vaquero es licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra, habiendo cursado estudios de Criminología en la Universidad del País Vasco. Es coautor del libro La tregua de ETA: mentiras, tópicos, esperanzas y propuestas (dirigido por José Luis Orella Martínez, prólogo de Fernando García de Cortázar, Grafite Ediciones, Baracaldo, 2006). Ha participado, como fundador o socio, en diversas entidades culturales. Como articulista y autor de numerosos ensayos, es miembro del consejo de redacción de la revista electrónica Arbil y colaborador de Religión en Libertad; habiendo participado asiduamente en Páginas para el mes, tanto en su versión impresa, como en la digital inicial. Ha sido crítico de libros en la Revista de Historia Contemporánea Aportes y Elsemanaldigital.com. Ha participado como ponente en conferencias, mesas redondas y cursillos de formación, celebrados en diversas ciudades españolas.

Con tales armas y bagajes, el lector podrá verificar si este libro responde a tan ambiciosas expectativas.